DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II AL
RABINO JEFE DE ROMA DR. RICARDO DI SEGNI
Vaticano, 13 de febrero de 2003
¡Estimado rabino jefe de Roma y queridos hermanos en la fe de Abraham!
1. Celebro encontrarle, estimado doctor Riccardo Di Segni, tras su elección como rabino jefe de Roma, y le saludo cordialmente junto a los representantes que le acompañan. Renuevo mi felicitación por el importante cargo que le ha sido confiado a la vez que me es grato, en esta significativa circunstancia, recordar con profunda estima a su ilustre predecesor, el profesor Elio Toaff.
La visita de hoy me permite subrayar el vivo deseo que alimenta la Iglesia católica de hacer más profundos los vínculos de amistad y de recíproca colaboración con la Comunidad judía. Aquí, en Roma, la Sinagoga, símbolo de la fe de los Hijos de Abraham, está muy cerca de la Basílica de San Pedro, centro de la Iglesia, y estoy agradecido a Dios porque me concedió, el 13 de abril de 1986, recorrer el breve trecho que separa estos dos templos. Aquella histórica e inolvidable visita constituyó un don del Omnipotente y representa una etapa importante en el camino del entendimiento entre los judíos y los católicos. Deseo que la memoria de aquel evento continúe ejerciendo una influencia beneficiosa, y que el camino de recíproca confianza hasta ahora recorrido incremente las relaciones entre la Comunidad católica y la Comunidad judía de Roma, que es la más antigua de Europa occidental.
2. Es necesario reconocer que en el pasado nuestras dos Comunidades han vivido codo a codo, escribiendo a veces «una historia atormentada», no exenta en algunos casos de hostilidades y desconfianzas. El documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, la gradual aplicación del escrito conciliar, los gestos de amistad realizados por los unos y los otros, han contribuido sin embargo en estos años a orientar nuestras relaciones hacia una comprensión recíproca cada vez mayor. Deseo que este esfuerzo prosiga, caracterizado por iniciativas de provechosa colaboración en el terreno social, cultural y tecnológico, y que crezca la conciencia de los vínculos espirituales que nos unen.
3. Estos días resuenan en el mundo peligrosos clamores de guerra. Nosotros, judíos y católicos, advertimos la urgente misión de implorar de Dios Creador y Eterno la paz, y de ser nosotros mismos agentes de paz.
¡Shalom! Esta bella expresión, muy querida entre vosotros, significa salvación, felicidad, armonía, y subraya que la paz es don de Dios; don frágil, puesto en manos de los hombres, y que hay que proteger gracias también al empeño de nuestras Comunidades.
Que Dios nos haga constructores de paz, en la conciencia de que cuando el hombre trabaja por la paz, es capaz de mejorar el mundo.
¡Shalom! Este es mi cordial deseo para usted y para toda la Comunidad judía de Roma. Que Dios, en su bondad, nos proteja y bendiga a cada uno. Que bendiga en especial a todos los que trazan un camino de amistad y de paz entre los hombres de toda raza y cultura.