C I R C U L A R
Benedicto XVI en el monumento
a las víctimas del nazismo en Roma
El Papa Benedicto XVI visitó, el pasado 27 de marzo, las fosas Ardeatinas donde los nazis fusilaron en 1944 a 335 romanos, un gran número de ellos judíos. Estuvo acompañado por el rabino jefe de Roma, Ricardo di Segni, y por el cardenal Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, de 86 años hijo del coronel partisano Guiseppe Cordero Lanza di Montezemolo, uno de los fusilados en ese lugar. Benedicto XVI pronunció el siguiente discurso:
Queridos hermanos y hermanas:
Con mucho gusto he acogido la invitación de la Asociación Nacional entre las Familias Italianas de los Mártires Caídos por la Libertad de la Patria para peregrinar a este mausoleo, querido por todos los italianos, en particular por el pueblo romano. Saludo al cardenal vicario, al rabino jefe, al presidente de la asociación, al comisario general, al director del mausoleo, y de manera especial a los familiares de las víctimas, así como a todos los presentes.
«Creo en Dios y en Italia, creo en la resurrección de los mártires y de los héroes, creo en el renacimiento de la patria y en la libertad del pueblo». Estas palabras fueron grabadas en la pared de una celda de tortura, en la Calle Tasso, de Roma, durante la ocupación nazi. Son el testamento de una persona desconocida, que estaba encarcelada en aquella celda, y demuestran que el espíritu humano permanece libre incluso en las condiciones más duras. «Creo en Dios y en Italia»: esta expresión me ha impresionado además porque en este año se celebra el aniversario número 150 de la unidad de Italia, pero sobre todo porque afirma la primacía de la fe, de la que saca la confianza y la esperanza para Italia y su futuro. Lo que aquí sucedió el 24 de marzo de 1944 es una ofensa gravísima a Dios, porque se trata de la violencia deliberada del hombre contra el hombre. Es el efecto más execrable de la guerra, de toda guerra, mientras que Dios es vida, paz, comunión.
Al igual que mis predecesores, he venido aquí para rezar y renovar la memoria. He venido a invocar la divina Misericordia, la única que puede llenar los vacíos, las vorágines abiertas por los hombres cuando, empujados por la ciega violencia, reniegan su dignidad de hijos de Dios y de hermanos entre sí. Yo también, como obispo de Roma, ciudad consagrada por la sangre de los mártires del Evangelio del Amor, vengo a rendir homenaje a estos hermanos, asesinados a poca distancia de las antiguas catacumbas».
«Creo en Dios y en Italia». En ese testamento grabado en un lugar de violencia y de muerte, el lazo entre la fe y el amor de la patria en toda su pureza, sin retórica alguna. Quien escribió esas palabras lo hizo sólo por íntima convicción, como último testimonio de la verdad en que creía, que hace regio el espíritu humano incluso en el máximo abajamiento. Cada hombre está llamado a realizar de este modo su propia dignidad: testimoniando esa verdad que reconoce con la propia conciencia.
Me ha impactado otro testimonio, y se encontró precisamente aquí, en las Fosas Ardeatinas. Una hoja de papel en la que un caído escribió: «Dios mío, Padre grande, te rogamos que puedas proteger a los judíos de las bárbaras persecuciones. 1 Padrenuestro, 10 Avemarías, 1 Gloria».
En ese momento tan trágico, tan inhumano, en el corazón de esa persona surgió la invocación más alta: «Dios mío, Padre grande». ¡Padre de todos! Como en los labios de Jesús al morir en la cruz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». En ese nombre, «Padre», está la garantía segura de la esperanza; la posibilidad de un futuro diferente, libre del odio o de la venganza, un futuro de libertad y de fraternidad para Roma, Italia, Europa, el mundo. Sí, en todo lugar, en todo continente, en el pueblo al que pertenezca, el hombre es hijo de ese Padre que está en los Cielos, es hermano de todos en humanidad. Pero ser hijo y hermano no es algo que se puede dar por supuesto. Lo demuestran por desgracia también las Fosas Ardeatinas. Hay que quererlo, hay que decir sí al bien y no al mal. Es necesario creer en el Dios del amor y de la vida, y rechazar cualquier otra falsa imagen divina, que traiciona su santo Nombre y traiciona por consiguiente al hombre, hecho a su imagen.
Por este motivo, en este lugar, memorial doloroso del mal más horrendo, la respuesta más verdadera es la de tomarse la mano, como hermanos, y decir: Padre nuestro, creemos en ti, y con la fuerza de tu amor queremos caminar juntos, en paz, en Roma, en Italia, en Europa, en todo el mundo. Amén.
Declaración de la Comisión Bilateral para el Diálogo entre judíos y católicos
Tras el encuentro en Jerusalén, del 29 al 31 de marzo, la Comisión Bilateral de las delegaciones del Gran Rabinato de Israel y la Comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con los judíos, hizo la siguiente declaración:
1. La Comisión Bilateral de las delegaciones del Gran Rabinato de Israel y la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo celebró su décima reunión para debatir los Desafíos de la Fe y del Liderazgo Religioso en la sociedad laica. La reunión se comenzó con un momento de silencio en memoria del Rabino Jefe Yosef Azran, que había sido miembro de la Delegación del Gran Rabinato durante muchos años. El Rabino Jefe Shear Yashuv Cohen, co-presidente de la Comisión Bilateral, dio la bienvenida a los participantes y reiteró la naturaleza histórica y la importancia de estas reuniones. Su colega, el cardenal Jorge Mejía, saludó en nombre del cardenal Kurt Koch, recientemente nombrado Presidente de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, a los delegados. El Gran Rabino de Israel, el Rabino Yona Metzger, agradeció la reunión y expresó su firme apoyo y aliento al trabajo de la Comisión Bilateral, admitiendo su influencia en el cambio positivo acaecido en la percepción de las relaciones Judeo-Cristianas en la sociedad de Israel.
2. Las deliberaciones trataron de definir los retos a los que se enfrenta la sociedad secular moderna. Además de sus muchos beneficios, los rápidos avances tecnológicos, el consumismo desenfrenado y una ideología nihilista que se centra de forma exagerada en el individuo a expensas de la comunidad y del bienestar colectivo, nos han conducido a una crisis moral. Junto a los beneficios de la emancipación, el siglo pasado ha sido testigo de una violencia y una barbarie sin precedentes. Nuestro mundo moderno está sustancialmente desprovisto de sentido de pertenencia, significado y propósito.
3. La fe y el liderazgo religioso tiene un papel fundamental en la respuesta a estas realidades, para proveer de esperanza y de orientación moral que da la conciencia de la Presencia Divina y la Divina Imagen en todos los seres humanos. Nuestras respectivas tradiciones afirman la importancia de la oración, ambas como expresión de la conciencia de la Divina Presencia, y como forma de afirmar esta conciencia y sus imperativos morales. Además, el estudio de la Palabra Divina en las Escrituras ofrece una esencial inspiración y orientación para la vida. La descripción bíblica de Moisés (Éxodo 3, 1-15) se presentó como paradigma del líder religioso que, a través de su encuentro con Dios, responde a la llamada Divina con total fe, amando a su gente, anunciando la Palabra de Dios sin miedo, teniendo la libertad y la valentía y la autoridad que viene de la obediencia a Dios siempre e incondicionalmente, escuchando a todos, preparado para el diálogo.
4. La responsabilidad de los fieles es dar testimonio consecuentemente de la Divina Presencia en nuestro mundo (Isaías 43, 10), mientras que reconocen sus fallos en el pasado para ser verdaderos y plenos testigos de esta. Este testimonio se debe ver en la educación, centrándose en los jóvenes y en el compromiso efectivo de los medios de comunicación. Del mismo modo, en el establecimiento y funcionamiento de las instituciones de caridad que cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los marginados, en el espíritu de ‘tikkun olam’ (curación del mundo). Además, la obligación religiosa de justicia y de paz también precisa de un compromiso entre líderes religiosos y las instituciones de derecho civil.
5. La sociedad secular moderna ha traído consigo muchos beneficios. En efecto, si se entiende secular en términos de un compromiso más amplio de la sociedad en general, es posible proveer una sociedad en la que la religión pueda prosperar. Además el enfoque, antes mencionado, en el individuo, ha traído muchas bendiciones y ha llevado a una enorme atención en el tema de los derechos civiles. Sin embargo, para que esta focalización pueda ser sostenible, necesita basarse en un mayor marco antropológico y espiritual, que tome en cuenta “el bien común”, que encuentra su expresión en el fundamento religioso de los deberes morales. La afirmación de la sociedad de tales deberes humanos, sirve para potenciar y consagrar los derechos humanos de sus constituyentes.
6. Como resultado de la discusión sobre las implicaciones prácticas para los líderes religiosos en relación a los temas de actualidad, la Comisión Bilateral expresó su esperanza de que las cuestiones pendientes en las negociaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel, se resuelvan pronto, y que los acuerdos bilaterales sean rápidamente ratificados para el beneficio de ambas comunidades.
La Delegación Católica aprovechó la oportunidad para reiterar la enseñanza histórica de la Declaración Nostra Aetate (nº4) del Concilio Vaticano II, con respecto al Pacto Divino con el Pueblo Judío que “son amados en atención a sus padres. Porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables”. (cf. Epístola a los Romanos 11, 28-29), y recordó la oración por la paz que el Papa Benedicto XVI realizó al recibir a la Delegación Bilateral en Roma el 12 de marzo de 2009, citando el salmo 125 “ Como Jerusalén está rodeada de montañas: así rodea el Señor a su pueblo, desde ahora y para siempre”. Jerusalén, 31 de marzo, 2011, Adar II 25, 5771
Gran Rabino Shear Yashuv Cohen, (Presidente de la Delegación Judía), Cardenal Jorge Maria Mejía (Presidente de la Delegación Católica), Gran Rabino Rasson Arussi, Gran Rabino David Brodman, Gran Rabino David Rosen, Sr. Oded Wiener, Cardenal Peter Kodwo Turkson, Patriarca Fouad Twal, Arzobispo Bruno Forte.
Declaración conjunta del Comité Internacional
de Enlace católico-judío (ILC)
El Comité Internacional de enlace Católico-Judío, celebró del 27 de febrero al 2 de marzo de 2011.en París, la XXI Reunión, al final de la cual publicaron la siguiente declaración:
La conferencia, titulada «Cuarenta años de diálogo, reflexiones y perspectivas del futuro», dirigida al pasado, presente y futuro del diálogo católico-judío en su contexto internacional», dio inicio con una revisión de los 40 años de historia del ILC, que se inició en el año 1970. A la Reunión, asistieron delegados provenientes de los Estados Unidos, Europa, Israel, Australia, América Latina y África. Se destaca la relación positiva que comenzó con el Segundo Concilio Vaticano y la promulgación de Nostra Aetate (Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas) en 1965.
El ILC apoyó un encuentro especial de tres días previos a la Reunión con el nombre de (Delegación emergente de liderazgo), la cual reunió a jóvenes de ambas comunidades de Fe en orden a discutir sobre los desafíos del futuro y ayudar a ampliar el diálogo para así, involucrar a más jóvenes alrededor del mundo. Éstos delegados fueron invitados a participar de lleno en las sesiones plenarias donde sus apreciaciones e ideas nuevas contribuyeron positivamente a los acontecimientos.
Uno de los principales resultados de la conferencia fue la profundización de las relaciones personales y de un deseo común de afrontar juntos los enormes desafíos que enfrentan los católicos y judíos en un mundo de vertiginosa e impredecible transformación.
También se reconoció un deber religioso común para ayudar a aliviar las consecuencias globales de pobreza, injusticia, discriminación, y negación de los derechos humanos universales. Los participantes fueron especialmente receptivos a la petición de la nueva generación para una verdadera libertad y plena participación en sus sociedades.
En la conferencia se reconoció la realización de eventos contemporáneos que tienen lugar en territorios del norte de África y Oriente Medio, donde millones de seres humanos expresan su sed de dignidad y libertad. En muchos lugares del mundo las minorías, en particular las minorías religiosas, son discriminadas, amenazadas por las restricciones injustas de su libertad religiosa, y son incluso, objeto de persecución y asesinato.
Los ponentes expresaron una profunda tristeza por los repetidos hechos de violencia o terrorismo «en el nombre de Dios», incluyendo el aumento de ataques contra los cristianos y llamando a la destrucción del Estado de Israel. La Conferencia deplora todos los actos de violencia perpetrados en nombre de la religión, como una completa corrupción de la naturaleza de una auténtica relación con Dios.
El ILC se comprometió con la siguiente fase de este recorrido a trabajar por un futuro pacífico para la región de Oriente Medio y el mundo, acceso a los grupos de diálogo judeocristiano en Europa y América Latina, colaboración en asuntos sociales y éticos, y apoyando a la próxima generación de líderes jóvenes para que puedan construir sobre los logros históricos de las últimas cuatro décadas. Los participantes están profundamente convencidos de la importancia de fomentar las buenas relaciones entre cristianos y judíos en todos los niveles y en todas las situaciones, como un paradigma para otros diálogos.
Comité Judío Internacional para consultas Interreligiosas (IJCIC)
Comisión de la Santa Sede para las relaciones con los Judíos
Discurso del Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim
ante el Comité de Enlace Católico-Judío Internacional
En los comienzos del siglo I, Jesús de Nazaret ora y predica como un judío que quiere seguir la Torá y aconsejó a sus seguidores a hacerlo. Después de su condena y crucifixión en el año 30 dC, la mayoría de sus seguidores quieren seguir siendo judíos. Cristianos excluidos del judaísmo, acusan a los judíos de infidelidad. Luego vendrá un largo período con la masacre de miles y miles de judíos. Hay que esperar el fin del Holocausto para que llegue la formación de la Amistad judeo-cristiana de Francia, iniciada por intelectuales católicos franceses como Henri Marrou, Jacques Maritain y Jacques Madaule. Por lo tanto, con el alto precio de una larga oposición, nosotros vivimos en esta tierra de Francia, el tiempo de la reconciliación.
Lázaro Landau en 1980 tituló su libro sobre las relaciones entre los cristianos y los judíos “De la aversión al aprecio”, porque la nueva teología católica romana sobre los judíos desterró la idea del «rechazo» de Israel que profesaban las iglesias antes de mediados del siglo XX. Desde entonces destacados teólogos cristianos pudieron tomar prestado del apóstol Pablo, para un potencial libro sobre las relaciones judeo-cristianas el título: «¿Dios rechazó a su pueblo?». Pablo responde a esa pregunta en la Epístola a los Romanos (XI, 1): «Por supuesto que no». Desde la antigüedad, estos capítulos IX a XI de la Epístola a los Romanos sufrieron una especie de purgatorio. Hoy en día, representan en la doctrina de la Iglesia romana, una especie de himno en honor de Israel y de su dignidad eminente en el plan divino.
Esta consideración es de gran importancia. Pero se convierte en secundaria en relación a una verdad fundamental, restaurada a su valor real desde hace más de tres décadas: Jesús nació, vivió y murió como judío, un judío de su tiempo. Si se reconoce su judeidad total, ¿cómo un cristiano podía odiar, ignorar o despreciar a los judíos, sus hermanos? Tenemos aquí el resultado más importante de la revolución de estas últimas décadas.
Por mi parte, me permito añadir que la declaración jurada de arrepentimiento, pronunciada en Drancy, en el otoño de 1997 por el episcopado francés, aporta un signo irrecusable. Si el remordimiento por no haber hablado bastante antes y bastante fuerte en contra de las medidas de discriminación adoptadas por el régimen de Vichy contra los judíos no era ajeno a dicha declaración, el rechazo del antisemitismo hunde sus raíces en razones menos circunstanciales, y más esencialmente religiosas. Es el reconocimiento cada vez más intenso de que el cristianismo encuentra su orígen en el judaísmo.
Hay tres observaciones que se imponen:
1. Si es verdad que para la Iglesia rechazar el mensaje judío es cortarse de sus raíces, la situación de los judíos es diferente; ellos pueden enseñar sus Escrituras sin ninguna alusión al Evangelio, su mensaje no disminuye. De ahí la asimetría famosa de que el cristiano tiene necesidad del judío, sin que la reciprocidad sea cierta.
2. Después de la enseñanza del desprecio, hemos llegado a la del aprecio. Sin embargo, este trabajo de aproximación no ha movilizado mas que a una muy pequeña minoría de los cristianos y de los judíos, esta minoría está convencida de poner en practica esta aproximación.
3. El reconocimiento por el cristianismo del judaísmo como religión de origen, de la que se hubiera separado, no puede mas que aportar importantes puntos de reflexión para la Iglesia. Porque si el pueblo judío es reconocido como el pueblo de Dios depositario legítimo de la Torá, ¿qué es la Iglesia? ¿Qué condujo a la Iglesia más allá del Nuevo Testamento a hacer del cristianismo una religión si no antijudía, en todos los casos no judía?.
Esta pregunta sigue siendo la cuestión importante para el diálogo judeo-católico en el futuro. Todo esto sólo puede inducir a verdaderas confusiones, y la Iglesia solo lo puede vivir, por un tiempo por lo menos, en la duda fuera de tranquilas seguridades.
Después de estos avisos, por favor, permítanme dos observaciones mas personales, pero también indispensables para la profundización del diálogo.
Primera observación: Es normal que, como judío creyente, afirmo que el judaísmo es la religión «la más verdadera.» Esta declaración es parte de lo que hace de mi un judío creyente, y estoy convencido de que los cristianos no se sorprenderán. Y viceversa, yo no me sorprendo en afirmaciones paralelas de parte de los cristianos en el mismo orden de ideas. Querer a toda costa que los cristianos no desarrollen creencias similares acerca de su propia fe, ello significaría que nosotros los judíos no podemos hablar mas que a aquellos que están menos seguros de su fe que nosotros de la nuestra. No olvido, además, que el judaísmo constituye una negación del misterio central cristiano y de su concepto de salvación. El judaísmo no puede, por consiguiente rechazar al mismo tiempo la teología cristiana y exigir que esta última encuentre una nueva formulación que sirva para la legitimidad del judaísmo.
Segunda observación: es un tema importante saber en qué medida los judíos son capaces de prestar atención al proyecto cristiano, dejando de un lado la cuestión de la verdad última que separa a los judíos de los cristianos. Es un hecho que los judíos –muchos de ellos- han organizado el diálogo judeo-cristiano de tal manera que está enteramente fijado sobre lo que nosotros, judíos, consideramos las deficiencias cristianas. Esta es una situación que no puede persistir demasiado tiempo. No solamente es poco probable que nuestros interlocutores cristianos continúen el diálogo en este único sentido, pero – lo que es más importante – hay entre algunos judíos, de los que yo formo parte, una necesidad de determinar el sentido y las implicaciones de tradiciones judías en un mundo pluralista que signifique la muerte de todos los integrismos y de los fundamentalismos religiosos y también el rechazo de un judaísmo autosuficiente y apegado a su única salvación personal.
Esto significa que no basta con invocar la apertura del espíritu de uno u otro maestro de la tradición rabínica. Permítanme insistir aqui en la necesidad de reconsiderar la imagen del cristianismo en la pedagogía y la cultura popular judía, que siempre tiende a estar a la defensiva y ser hostil, «a pesar de todas las frases piadosas sobre los “Bnei Noah”, los hijos de Noé .
Sin ninguna duda, el recuerdo del sufrimiento de los judíos causado por la Iglesia hace que sea difícil para los judíos tomar en serio sus propias afirmaciones sobre el valor religioso del cristianismo.
Pero los judíos no pondrán en peligro su propia integridad religiosa – sobre todo si su práctica religiosa es rigurosa- recordando, por ejemplo, que los cristianos pueden ser ejemplares, y esto no a pesar de su fe cristiana, sino a causa de ella.
Es necesario citar una vez mas:
* Judá Halevy (Kuzari Capítulo IV): El cristianismo es la preparación y el preámbulo de la venida del Mesías. * Maimónides (en su Código): Todo lo que se refiere a Jesús de Nazaret vino a allanar los senderos que tomará el Mesías, y también a preparar al mundo entero a la Torá y a los mandamientos que llegarán a ser conocidos por pueblos numerosos y lejanos.
Creo que en todo caso una respuesta judía más auténtica al proyecto cristiano está, sobre todo en Francia, en vías de desarrollo y estará más plenamente realizada cuando el pueblo judío haya tomado más confianza en sí mismo, y haya recuperado su equilibrio espiritual, quebrantado por la Shoa y las Diásporas. Un Estado de Israel seguro y próspero, sin duda acelerará este proceso.
Quiero concluir: el acercamiento entre los cristianos y los judíos que representa Nostra Aetate, las Orientaciones, la Declaración de los Obispos franceses en Drancy y nuestra reunión aquí mismo, es un acercamiento absolutamente sin precedentes.
Pero queda una pregunta: ¿se ha producido este acercamiento demasiado tarde – para ser exactos, digamos 2.000 años es demasiado tarde-? O bien ¿nuestro propio trabajo marca una nueva era, todavía no bien definida en la historia?
Esta es una oportunidad que se nos brinda para modelar el futuro y para introducir los valores y las percepciones resultados de nuestro diálogo, que no tuvieron la posibilidad de desarrollarse durante estos dos milenios a causa de las animosidades que han caracterizado nuestro pasado. Esta posibilidad y esta esperanza, lo creo firmemente, revisten nuestro diálogo con un sentido y una urgencia extraordinaria.
En este colegio de los Bernardinos, habitado por el espíritu del cardenal Lustiger, anhelo que nuestros esfuerzos sean dignos de la presencia de la Shekhinah, de la presencia divina.
Información del CEJC
Celebraciones del Seder dirigidas por el Centro
Cáceres. La Delegación de Relaciones Interconfesionales del Obispado de Coria-Cáceres organizó, con la colaboración del CEJC, un Seder para profundizar en la comprensión de la Última Cena que celebró Jesús con sus discípulos. Agradecemos a Monseñor Francisco Cerro Chaves haber presidido esta celebración, a la que asistieron unas 60 personas. El acto se desarrolló en un ambiente de oración y de reflexión que nos llevó a un compartir fraterno durante la velada. Esperamos colaborar durante muchos años con esta delegación para una siempre mejor comprensión de las raíces de nuestra fe.
Parroquia de San Antonio. Siguiendo la tradición de esta Parroquia se celebrará el Lunes Santo el Seder, dirigido por el Padre Superior de la Comunidad de los Padres Capuchinos. Asistirán junto con los alumnos de los cursos de Biblia otras personas interesadas en el mejor conocimiento de las raíces de la Eucaristía.
Seder en el Centro. El Martes Santo se celebrará el tradicional Seder en el CEJC, al que asistirán muchos amigos y conocidos. Con este acto intentamos profundizar cada vez mas en el conocimiento del judaísmo del tiempo de Jesús y de la comprensión más profunda de los relatos del Evangelio relacionados con la Última Cena de Jesús. También queremos recordar las celebraciones de nuestros hermanos mayores en la fe cuya fidelidad a la Palabra de Dios es también una enseñanza. Al encontrarnos en esta noche con nuestros socios y amigos, tenemos también la ocasión de renovar nuestra colaboración en los trabajos de nuestro Centro.
Clausura. El 2 de junio tendrá lugar la Clausura del Curso 2010-2011, presidida por D. Samuel Bengio, Presidente de la Comunidad Judía de Madrid. El título de la conferencia de Clausura será “El Pensamiento apocalíptico judío y pensamiento revolucionario occidental” a cargo de D. José Ramón Busto Saíz, SJ, Rector de la Universidad Pontificia Comillas
A nuestros socios y amigos les deseamos Felices Fiestas de Pesaj y de Pascua
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