Aparecido en The New York Times del 10 de septiembre del año 2000 firmado por 176 representantes del judaísmo en EEUU, Gran Bretaña e Israel.
Entre los firmantes están el profesor Neil Gillman, que en 1999 participó en la presentación en la ONU del libro de don Giussani At the Origin of the Christian Claim, y David Rosen, el rabino de Jerusalén que ha participado en dos ocasiones en el Meeting de Rímini
En tiempos recientes se ha producido un cambio dramático y sin precedentes en las relaciones entre judíos y cristianos. En el curso de casi dos mil años de exilio de los judíos, los cristianos han considerado tendencialmente al judaísmo como una religión frustrada o, en la mejor de las hipótesis, una religión que ha preparado el camino al cristianismo, en el que encuentra su cumplimiento. En los decenios siguientes al Holocausto, sin embargo, la cristiandad ha cambiado radicalmente. Un número siempre creciente de miembros oficiales de la Iglesia, tanto católica como protestante, ha expresado públicamente su remordimiento por el maltrato hacia los judíos y el judaísmo por parte de los cristianos. En estas afirmaciones se declara además que la enseñanza y la oración cristianas pueden y deben ser reformadas de forma que valoren la alianza eterna de Dios con el pueblo de Israel y que aprecien la contribución del judaísmo a la civilización del mundo y a la misma fe cristiana.
Consideramos que estos cambios merecen una respuesta ponderada por parte de los judíos. Hablando a título personal – somos un grupo interconfesional de estudiosos judíos – creemos que ha llegado la hora de que los judíos conozcan los esfuerzos de los cristianos por hacer honor al judaísmo. Creemos que ha llegado la hora de que los judíos reflexionen sobre lo que puede decir ahora el judaísmo a propósito del cristianismo. Como primer paso, proponemos ocho breves afirmaciones sobre cómo judíos y cristianos pueden relacionarse los unos con los otros.
Judíos y cristianos adoran al mismo Dios
Antes de la llegada del cristianismo los judíos eran los únicos adoradores del Dios de Israel. Pero también los cristianos adoran al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, creador del cielo y de la tierra. Aunque la fe cristiana no sea una opción religiosa que los judíos puedan adoptar, como teólogos nos alegramos de que, a través del cristianismo, centenares de millones de personas hayan entrado en contacto con el Dios de Israel.
Judíos y cristianos reconocen la autoridad del mismo libro, la Biblia (a la que los judíos llaman «tanakh» y los cristianos «antiguo testamento»)
Recurriendo a la Biblia como guía religiosa para el enriquecimiento del espíritu y la educación comunitaria, extraemos de ella enseñanzas similares: Dios ha creado y sostiene el universo; Dios ha establecido una alianza con el pueblo de Israel; el verbo revelado de Dios guía a Israel por un camino de rectitud; Dios salvará a Israel y al mundo entero en el último día. Sin embargo, judíos y cristianos interpretan muchos pasajes de la Biblia de forma distinta. Estas diferencias deben ser siempre respetadas.
Los cristianos pueden secundar la reivindicación judía del Estado de Israel
El evento más importante para los judíos desde los tiempos del Holocausto fue la restauración de un Estado judío en la Tierra Prometida. Como miembros de una religión basada en la Biblia, los cristianos reconocen que Israel fue prometida – y dada – a los judíos como lugar físico de la alianza entre ellos y Dios. Muchos cristianos apoyan el Estado de Israel por razones que van mucho más allá de la pura política. Como judíos apreciamos este apoyo. Reconocemos además que la tradición judía prevé justicia para todos los no judíos que residan en un Estado judío.
Judíos y cristianos aceptan los principios morales de la Torah
El centro de los principios morales de la Torah es la inalienable santidad y dignidad de todo ser humano. Todos hemos sido creados a imagen de Dios. Compartir este subrayado moral puede ser la base de una mejora en las relaciones entre nuestras comunidades. Puede también constituir un poderoso testimonio para toda la humanidad que dignifique la vida de nuestros hermanos y se alce contra la inmoralidad y las idolatrías que nos amenazan y nos degradan. Hay una especial necesidad de este testimonio después de los horrores sin precedentes a los que hemos asistido en los últimos siglos.
El nazismo no fue un fenómeno cristiano
Sin la larga historia del antisemitismo cristiano y de la violencia cristiana contra los judíos la ideología nazi no habría arraigado, ni hubiera podido ser perseguida. Demasiados cristianos participaron o aprobaron las atrocidades nazis contra los judíos. Otros no protestaron suficientemente contra tales horrores. Pero el nazismo en cuanto tal no fue una consecuencia inevitable del cristianismo. Si el exterminio de los judíos hubiese sido llevado hasta el final, el nazismo habría dirigido su rabia homicida contra los cristianos. Estamos agradecidos a aquellos cristianos que arriesgaron o sacrificaron su vida para salvar a los judíos durante el régimen nazi. Pensando en ellos, animamos a los teólogos cristianos a continuar rechazando sin equívoco el desprecio hacia el judaísmo y hacia el pueblo judío. Alabamos a aquellos cristianos que no aceptan este desprecio, y no les condenamos por las culpas de sus antepasados.
Muchas diferencias irreconciliables entre judíos y cristianos no se resolverán hasta que Dios salve al mundo entero, como ha prometido en la Escritura
Los cristianos conocen y sirven a Dios a través de Jesucristo y de la tradición cristiana. Los judíos conocen y sirven a Dios a través de la Torah y de la tradición judía. Esta diferencia no se resolverá sólo porque una comunidad insista en afirmar que ha interpretado la Escritura más exactamente que la otra; ni tampoco porque una ejerza presiones políticas sobre la otra. Los judíos pueden respetar la fidelidad de los cristianos a su revelación del mismo modo en que nosotros esperamos que los cristianos respeten nuestra fidelidad a nuestra revelación. Ni los judíos ni los cristianos deberían ser empujados a compartir los preceptos de la otra comunidad.
Una nueva unidad entre judíos y cristianos no debilitará la fe judía
La mejora de las relaciones no acelerará esa asimilación cultural y religiosa que los judíos temen de forma razonable. No cambiarán las tradicionales formas de culto judío, no aumentarán los matrimonios entre judíos y no judíos, no será mayor el número de judíos decididos a convertirse al cristianismo ni se creará una falsa mezcla entre judaísmo y cristianismo. Respetamos el cristianismo como hecho que ha tenido su origen dentro del judaísmo y que todavía tiene contactos significativos con él. No lo consideramos una extensión del judaísmo. Sólo si conservamos nuestras tradiciones podremos proseguir estas relaciones en su integridad.
Judíos y cristianos deben colaborar con los ideales de la justicia y de la paz
Judíos y cristianos reconocen, aunque de formas distintas, que el estado de irredención del mundo se refleja en la persistencia de persecuciones y de pobreza, y en la miseria y degradación de los hombres. Aunque la justicia y la paz pertenecen en última instancia sólo a Dios, nuestros esfuerzos conjuntos, unidos a los de otras comunidades religiosas, pueden ayudar a la realización del Reino de Dios que aguardamos con esperanza. Por separado y conjuntamente debemos trabajar para llevar la justicia y la paz a nuestro mundo. En esta empresa somos guiados por la visión de los profetas de Israel:«Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos»». (Is 2,2-3)
La frase «Dabru Emet» procede del versículo: «He aquí las cosas que debéis hacer: Decid verdad unos a otros: juicio de paz juzgad en vuestras puertas» (Za 8,16).