CARTA DE JUAN PABLO II
EN EL CINCUENTA ANIVERSARIO DE LA II GUERRA MUNDIAL
27 de agosto 1989
“Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos (Sal 88 87:7)” ¡Cuántas veces este grito de dolor ha surgido del corazón de millones de mujeres y de hombres que, desde 1 de septiembre de 1939 hasta el final del verano de 1945, se enfrentaron con una de las tragedias más destructoras e inhumanas de nuestra historia!
Este es el cuadro sombrío de los hechos que recordamos hoy. Provocaron la muerte de cincuenta y cinco millones de personas, dejando divididos a los vencedores y una Europa para reconstruir.
En efecto, tenemos el “deber de sacar una lección de ese pasado”, para que jamás pueda repetirse el conjunto de causas capaz de desencadenar un conflicto semejante.
Pero de todas las medidas antihumanas, una de ellas constituye para siempre una vergüenza para la Humanidad: La barbarie planificada que se ensaño contra los judíos.
Objeto de la “solución final”, imaginada por una ideología aberrante, los judíos fueron sometidos a privaciones y brutalidades indescriptibles. Perseguidos primero con medidas vejatorias o discriminatorias, más tarde acabaron a millones en campos de exterminio.
Los judíos de Polonia, más que otros, vivieron este calvario: las imágenes del cerco de la judería de Varsovia, como lo que se supo sobre los campos de Auschwitz, de Majdanek o de Treblinca, superan en horror lo que humanamente se pueda imaginar.
Hay que recordar también que esta locura homicida se abatió sobre otros muchos grupos que tenían la culpa de ser “diferentes” o rebeldes a la tiranía del invasor.
Con ocasión de este doloroso aniversario, me dirijo una vez más a todos los hombres, invitándolos a superar sus prejuicios y a “combatir todas las formas del racismo”, aceptando reconocer en cada persona humana la dignidad fundamental y el bien que hay en la misma, tomar cada vez mayor conciencia de pertenecer a una única familia humana querida y congregada por Dios.
Deseo repetir aquí con fuerza que la hostilidad o el odio hacia el Judaísmo están en total contradicción con la visión cristiana de la dignidad de la persona humana…