II COLOQUIO INTERNACIONAL TEOLÓGICO
ENTRE JUDÍOS Y CRISTIANOS
Roma 4 y 5 de noviembre 1986
“Queridos amigos: Me es grato daros la bienvenida con ocasión de vuestro II Coloquio Internacional Teológico católico-judío. En 1985 la facultad de teología de la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, la Liga de Anti-Difamación de B’nai B’rith, el Centro Unione y el “Servicio de Documentación Judeo-Cristiano” (SIDIC), en colaboración con la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos, abrieron este ciclo de investigaciones teológicas con motivo del XX aniversario de la Declaración Conciliar Nostra Aetate. De acuerdo con el espíritu y las perspectivas del Concilio, el tema escogido para vuestro II Coloquio, que está a punto de concluir, es: Salvación y Redención en las tradiciones teológicas judía y cristiana y en la teología contemporánea.
La contemplación del misterio de la redención universal inspiró al Profeta Isaías hasta decir admirado: “¿Quién ha medido el Espíritu del Señor? ¿Quién le ha sugerido su proyecto? ¿Con quién se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto, para que le enseñara el saber y le sugiriese el método inteligente?” (Is 40,13-14; cf. Rm 11,34). Nosotros estamos invitados ahora a recibir con humilde docilidad el misterio del amor de Dios, Padre y Redentor, y a contemplarlo en nuestro corazón (cf. Lc 2,51) en orden a expresarlo en nuestras obras y en nuestra alabanza.
La reflexión teológica es parte de la propia respuesta de la inteligencia humana y así da testimonio de nuestra aceptación consciente del don de Dios. Al mismo tiempo las otras ciencias humanas, tales como la historia, la filosofía y el arte ofrecen también su contribución para una profundización orgánica de nuestra fe. Esta es la razón por la que ambas tradiciones, la judía y la cristiana, han tenido siempre un aprecio tan grande por el estudio religioso. Respetando nuestras respectivas tradiciones, el diálogo teológico basado en una estima sincera puede contribuir en gran manera al conocimiento mutuo de nuestros respectivos patrimonios de fe y puede ayudarnos a ser cada vez más conscientes de nuestros vínculos mutuos en los términos de nuestra comprensión de la salvación.
Vuestro Coloquio puede ayudar a evitar el malentendido del sincretismo, la confusión de las identidades de unos y otros como creyentes, la sombra y la sospecha del proselitismo. Efectivamente, estáis llevando a cabo las intenciones del Vaticano II, que ha sido también el tema del subsiguiente documento de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos.
Este esfuerzo común profundizará ciertamente el compromiso común para la construcción de la justicia y de la paz entre todos los hombres, hijos del único Padre celestial. En esta común esperanza por la paz, expresamos confiadamente nuestra alabanza con las palabras del Salmo, invitando a todos los pueblos a rezar: “¡Alabad al Señor, todas las naciones! ¡Exaltadlo todos los pueblos! Porque firme es su lealtad con nosotros y la fidelidad del Señor dura por siempre. Hallelu-Yah” (Sal 117).
Como dije recientemente en Asís, los cristianos estamos convencidos de que en Jesucristo, en cuanto Salvador de todos, se ha de encontrar la verdadera paz, paz para los de lejos y paz para los de cerca (Ef 2,17; Is 57,19; Zac 9,10). Este don universal tiene sus orígenes en la llamada dirigida a Abraham, Isaac y Jacob y encuentra su cumplimiento en Jesucristo, que fue obediente al Padre hasta la muerte en la cruz (Mt 5,17; Flp 2,8). Mientras que la fe en Jesucristo nos distingue y nos separa de nuestros hermanos y hermanas judíos, podemos al mismo tiempo afirmar con profunda convicción “el lazo espiritual que une al pueblo de la Nueva Alianza con la estirpe de Abraham” (Nostra Aetate, 4). Por eso nosotros tenemos aquí un vínculo que, a pesar de nuestras diferencias, nos hace hermanos; este es un insondable misterio de gracia que debemos escudriñar con confianza, dando gracias a Dios que nos concede contemplar juntos este plan de salvación.
Gracias por toda iniciativa de promoción del diálogo entre cristianos y judíos, y especialmente por este Coloquio Teológico Internacional católico-judío; yo imploro la bendición de Dios Todopoderoso sobre todos vosotros y pido que vuestro trabajo sea fructífero para un mejor entendimiento y aumento de las relaciones entre judíos y cristianos”.