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 ECCLESIA EN EUROPA

 

Exhortación apostólica postsinodal de Juan Pablo II a los Obispos, a los presbíteros y diáconos, a los consagrados y a todos los fieles laicos sobre Jesucristo vivo en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa.

28 de junio de 2003

 

En diálogo con las otras religiones

55. Como en toda la tarea de la «nueva evangelización» para anunciar el Evangelio de la esperanza es necesario también que se establezca un diálogo interreligioso profundo e inteligente, en particular con el hebraísmo y el islamismo. «Entendiendo como método y medio para un conocimiento y enriquecimiento recíproco, no está en contraposición con la misión ad gentes». En el ejercicio de este diálogo no se trata de dejarse llevar por una «mentalidad indeferentista, ampliamente difundida, desgraciadamente, también entre cristianos, enraizada a menudo en concepciones teológicas no correctas y marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que "una religión vale la otra"»[100]

56. Se trata más bien de tomar mayor conciencia de la relación que une a la Iglesia con el pueblo judío y del papel singular desempeñado por Israel en la historia de la salvación. Como ya se hizo notar en la I Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos y se ha reiterado también en este Sínodo, se han de reconocer las raíces comunes existentes entre el cristianismo y el pueblo judío, llamado por Dios a una alianza que sigue siendo irrevocable (cf. Rm 11,29)[101] y que ha alcanzado su plenitud definitiva en Cristo.

Es necesario, pues, favorecer el diálogo con el hebraísmo, sabiendo que éste tiene una importancia fundamental para la conciencia cristiana de sí misma y para superar las divisiones entre las Iglesias, y esforzarse para que florezca una nueva primavera en las relaciones recíprocas. Esto comporta que cada comunidad eclesial debe ejercitarse, en cuanto las circunstancias lo permitan, en el diálogo y la colaboración con los creyentes de religión hebrea. Dicho ejercicio implica, entre otras cosas, que «se recuerde la parte que hayan podido desempeñar los hijos de la Iglesia en el nacimiento y difusión de una actitud antisemita en la historia, y que pida perdón a Dios por ello, favoreciendo toda suerte de encuentros de reconciliación y de amistad con los hijos de Israel»[102]. En este contexto, por lo demás, habrá que recordar también a los numerosos cristianos que, a veces a costa de la propia vida, sobre todo en periodos de persecución, han ayudado y salvado a estos «hermanos mayores» suyos

57. Se trata también de sentirse interesados en conocer mejor las otras religiones, para poder entablarse un coloquio fraterno con las personas que se adhieren a ellas y viven en la Europa de hoy. En particular, es importante una correcta relación con el Islam. Esto, como han notado varias veces en estos años los Obispos europeos «debe llevarse a cabo con prudencia, con ideas claras sobre sus posibilidades y límites, y con confianza en el designio salvífico de Dios con respecto a todos sus hijos»[103]. Es necesario, además, ser conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán[104].

A este respecto, hay que preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el Islam de manera objetiva y sepan confrontarse con él; dicha preparación debe propiciarse particularmente en los seminaristas, los presbíteros y los agentes de pastoral. Por lo demás, es comprensible que la Iglesia, así como pide que las Instituciones europeas promuevan la libertad religiosa en Europa, reitere también que la reciprocidad en la garantía de la libertad religiosa se observe en Países de tradición religiosa distinta, en los cuales los cristianos son minoría[105].

En este sentido, se comprende «la extrañeza y sentimiento de frustración de los cristianos que acogen, por ejemplo en Europa, a creyentes de otras religiones y les dan la posibilidad de ejercer su culto, y a ellos se les prohíbe todo ejercicio del culto cristiano»[106] en los Países donde estos creyentes mayoritarios han hecho de su religión la única admitida y promovida. La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa y todos, en cualquier parte del mundo, «deben estar libres de coacción, tanto por parte de personas particulares como de los grupos sociales y de cualquier poder humano»[107]

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[100] Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990), 36 l.c., 281

[101] Declaración Final (13 diciembre 1991) II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris, 62; Propositio, 10.

[102] Propositio 10 ; cf. Comisión para las Relaciones religiosas con el hebraísmo; Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah, 17 marzo 1998.

[103] I Asamblea especial para Europa del Sínodo de Obispos, Declaración final (13 diciembre 1991)

[104] Cf. Propositio 11.

[105] Cf. ibíd.

[106] Discurso al Cuerpo Diplomático (12 enero 1985), 3

[107] Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2.

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