LOS ALUMNOS ESPAÑOLES ESTUDIARÁN EL HOLOCAUSTO JUDÍO
Religion Digital Educación
Redacción, 11 de septiembre de 2013 a las 17:45
Los alumnos españoles estudiarán el Holocausto judío. Los judíos hubieran querido una enmienda más amplia
El presidente de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), Isaac Querub, ha declarado que "ciertamente supone un progreso"
El grupo parlamentario popular en el Congreso ha presentado una enmienda a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) por la que añade una nueva disposición adicional sobre la 'Prevención y resolución pacífica de conflictos y valores que sustentan la democracia y los derechos humanos' que establece la inclusión del estudio del Holocausto judío como hecho histórico en el currículo de las diferentes etapas de la educación básica.
"En el currículo de las diferentes etapas de la educación básica se tendrá en consideración el aprendizaje de la prevención y resolución pacífica de conflictos en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social, y de los valores que sustentan la democracia y los derechos humanos, que debe incluir en todo caso la prevención de la violencia de género y el estudio del Holocausto judío como hecho histórico", reza la disposición. Aunque la iniciativa todavía tiene que ser incorporada al texto de la ley en el trámite parlamentario, la mayoría del PP hace prever que esta disposición se incorporará al texto que publique finalmente el BOE.
El grupo popular indica, para justificar esta enmienda, que es necesario tener en cuenta en los currículos de la educación básica tanto la prevención y resolución pacífica de conflictos como los valores que sustentan la democracia y los derechos humanos.
En una entrevista concedida a Europa Press, el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), Isaac Querub, ha declarado que "ciertamente supone un progreso" pero ha precisado que hubieran deseado "una enmienda más amplia donde se hiciera referencia a la historia del pueblo judío".
Concretamente, ha explicado que lo que desde la Federación han planteado al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, es "introducir el factor judío en el currículo escolar" para que "se aprenda, se sepa algo más sobre la historia del pueblo judío en vinculación con la tierra de Israel así como de la presencia de los judíos en la historia de España".
En cualquier caso, ha asegurado que Wert se ha portado "extraordinariamente bien" y que fue quien les propuso crear una Comisión Mixta formada por el Ministerio de Educación y la FCJE por medio de la cual han redactado un texto conjunto que han remitido a todos los partidos con representación.
Querub ha explicado que desde la Federación han pedido ampliar este tema en España, en primer lugar, porque el Holocausto, "si no se contextualiza", da una imagen distorsionada de la historia del pueblo judío y, en segundo lugar, porque "desgraciadamente, España en los sondeos nacionales e internacionales aparece como el país más antisemita de Europa junto con Hungría".
Esto significa, según ha precisado, que la juventud española tiene una imagen "absolutamente distorsionada, llena de prejuicios y estereotipos con respecto a los judíos", algo que, según ha añadido, no pueden permitir como españoles.
"Estamos convencidos de que un mayor conocimiento sobre los judíos y sobre su devenir histórico limitará los prejuicios y esperamos que los llegue a desterrar. La ignorancia es lo más atrevido que hay y solo se puede suplir con conocimiento", ha remarcado.
Por su parte, el presidente de Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, ha indicado que es una petición "histórica" que las organizaciones que luchan contra el antisemitismo llevan planteando a los diferentes gobiernos desde los años 90 del siglo XX con el fin de que la educación democrática se asiente sobre "la negación absoluta de la barbarie nazi y genocida".
Ibarra considera que el hecho de que el sistema educativo incorpore seriamente en el marco de la ley la educación para la memoria del Holocausto y, por tanto, la prevención del genocidio a través de los valores democráticos, es "ser congruente con los planteamientos de derechos humanos que están establecidos en el propio tratado de la Unión Europea".
Además, ha señalado que la inclusión de esta enmienda en la LOMCE sería "fundamental" en estos momentos "con lo que está sucediendo en Europa". Concretamente, ha puesto el ejemplo de Hungría, donde fueron exterminados 600.000 judíos y donde ahora hay "diputados de extrema derecha capaces de pedir listas de judíos" o de Grecia, donde surgen grupos neonazis como Amanecer Dorado.
El pasado lunes 2 de septiembre, el Papa Francisco recibió en Audiencia a los representantes del Congreso Judío Mundial, encabezados por su presidnete, Ronald Lauder, a quién felicitó por el Año Nuevo Judío.
El Papa Francisco deseó un buen y pacífico Año Nuevo 5774 a todos los judíos del mundo y pidió que haya un mayor diálogo entre las comunidades religiosas del mundo, en su primer encuentro privado con el presidente del Congreso Judío Mundial, Ronald Lauder. Además se opuso al fundamentalismo y pidió al dirigente judío que entregue su mensaje a todas las comunidades judía del mundo.
Francisco también agregó que él necesitaba un año dulce debido a las decisiones importantes que se encuentran por delante. Usando las palabras hebreas para decir "Feliz año nuevo", él deseó "Shana Tova" y pidió al CJM que comparta el mensaje con los judíos de todo el mundo. Por su parte, Lauder le entregó una copa de Kidush - bendición al vino - y una torta de miel.
En su encuentro, que se llevó a cabo en un ambiente informal en el Vaticano, Lauder y el pontífice católico hablaron sobre la situación en Siria y condenaron los ataques a las minorías, como a los cristianos coptos en Egipto, y contra las tendencias de restringir prácticas religiosas bien establecidas, como la circuncisión.
El Papa se mostró específicamente preocupado sobre las prohibiciones a los sacrificios kosher en Polonia e indicó al Cardenal Kart Koch, presidente de la Comisión de Relaciones con los Judíos del Vaticano, que investigue y organice un encuentro de seguimiento para la semana que viene.
Francisco reiteró una declaración que hizo en junio donde dijo que "un cristiano no puede ser antisemita" y destacó que "para ser un buen cristiano es necesario entender la historia y tradiciones judías". También agregó que judíos y cristianos comparten las mismas raíces y que el diálogo es la clave para construir un futuro común.
En referencia al conflicto de Siria, el Papa dijo que el asesinato de seres humanos es inaceptable y destacó que "los líderes mundiales deben hacer todo lo posible para evitar la guerra".
Tras el encuentro Lauder elogió al pontífice por su compromiso con el diálogo y dijo que su liderazgo no solo había revigorizado a la Iglesia Católica, sino que le había dado un nuevo momento con las relaciones con el judaísmo.
DISCURSO DE JUAN PABLO II
A LA PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA
11 de abril 1997
Señor cardenal, le doy gracias de corazón por los sentimientos que ha tenido a bien manifestarme hace un momento al presentarme a la Pontifica Comisión Bíblica, al comienzo de su mandato. Saludo cordialmente a los miembros antiguos y nuevos de la Comisión presentes en esta audiencia. Saludo a los “antiguos” con viva gratitud por las tareas ya desarrolladas y a los “nuevos” con particular alegría, suscitada por la esperanza. Me alegra tener así la ocasión de encontrarme personalmente con todos vosotros y de repetiros a cada uno cuánto aprecio la generosidad con que ponéis vuestra competencia de exégetas al servicio de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia.
El tema que habéis empezado a estudiar en el curso de vuestra actual sesión plenaria es de enorme importancia: trátase en efecto de un tema fundamental para una correcta comprensión del misterio de Cristo y de la identidad cristiana. Quisiera en primer lugar subrayar esta utilidad, que podríamos definir ad intra. Ella se refleja además inevitablemente en una utilidad -por así llamarla- ad extra, pues la conciencia de la propia identidad determina la naturaleza de las relaciones con las demás personas. En este caso determina la naturaleza de las relaciones entre cristianos y hebreos.
El error de separar uno y otro Testamento
Desde el siglo segundo después de Cristo, la Iglesia se ha hallado ante la tentación de separar completamente el Nuevo Testamento del Antiguo y de oponerlos el uno al otro, atribuyéndoles dos orígenes distintos. Según Marción, el Antiguo Testamento procedía de un Dios indigno de tal nombre, pues era vengativo y sanguinario, mientras que el Nuevo Testamento revelaba al Dios reconciliador y generoso.
La Iglesia ha rechazado con firmeza este error, recordando a todos que la ternura de Dios ya se manifiesta en el Antiguo Testamento. La misma tentación marcionita vuelve a presentarse, por desgracia, en nuestro tiempo. Lo que, sin embargo, se da con mayor frecuencia es la ignorancia de las profundas relaciones que vinculan el Nuevo Testamento al Antiguo, ignorancia de la que se deriva en algunos la impresión de que los cristianos no tienen nada en común con los hebreos.
Siglos de prejuicios y de oposición recíproca han excavado un foso profundo, que la Iglesia se esfuerza ahora en colmar, impulsada en esta dirección por la toma de posición del Concilio Vaticano II. Los nuevos leccionarios litúrgicos han dado mayor espacio a los textos del Antiguo Testamento, y el Catecismo de la Iglesia Católica se ha preocupado de abrevarse continuamente en el tesoro de las Sagradas Escrituras.
Jesús y el Antiguo Testamento
Realmente, no puede expresarse de manera plena el misterio de Cristo sin recurrir al Antiguo Testamento. La identidad humana de Jesús se define a partir de su vínculo con el pueblo de Israel, con la dinastía de David y la descendencia de Abraham. Y no se trata tan sólo de una pertenencia física. Participando en las celebraciones de la sinagoga, donde se leían y comentaban los textos del Antiguo Testamento, Jesús tomaba también conocimiento -desde el punto de vista humano- de tales textos; con ellos alimentaba el espíritu y el corazón, utilizándolos después en la oración e inspirándose en ellos para su conducta.
De esta manera se hizo un auténtico hijo de Israel, hondamente arraigado en la larga historia de su pueblo. Cuando empezó a predicar y a enseñar, se abrevó abundantemente en el tesoro de las Escrituras, enriqueciendo este tesoro con nuevas inspiraciones e iniciativas inesperadas. Estas -nótese bien- no aspiraban a abolir la antigua revelación, sino, al contrario, a llevarla a su propio y perfecto cumplimiento. La oposición cada vez más consistente a la que hubo de enfrentarse hasta el Calvario, fue entendida por él a la luz del Antiguo Testamento, que le revelaba la suerte reservada a los profetas. También sabía él, por el Antiguo Testamento, que al final el amor de Dios siempre resulta victorioso.
Privar a Cristo de la relación con el Antiguo Testamento es por tanto separarlo de sus raíces y vaciar de todo sentido su misterio. En efecto, para ser significativa, la Encarnación necesitó enraizar en siglos de preparación. De no haber sido así, Cristo habría resultado como un meteoro precipitado accidentalmente a la tierra y exento de conexión con la historia de los hombres.
El cristiano injertado en el tronco de Israel
La Iglesia ha entendido correctamente, desde sus orígenes, el arraigo de la Encarnación en la historia y -por consiguiente- ha acogido en su plenitud la inserción de Cristo en la historia del pueblo de Israel. Ella ha considerado las Escrituras hebreas como Palabra de Dios perennemente válida, dirigida a ella, amen que a los hijos de Israel. Resulta de primaria importancia mantener y renovar esta toma de conciencia eclesial de las relaciones esenciales con el Antiguo Testamento. Estoy seguro de que vuestros trabajos contribuirán a ello de manera excelente, razón por la que me alegro de antemano, dándoos las gracias de todo corazón.
Vosotros estáis llamados a ayudar a los cristianos a que comprendan bien su propia identidad. Identidad que se define en primer lugar gracias a la fe en Cristo, Hijo de Dios. Pero esta fe es inseparable de la relación con el Antiguo Testamento, dado que es fe en Cristo “que murió por nuestros pecados, según las Escrituras” y “que resucitó (...), según las Escrituras” (1 Co 15, 3-4) El cristiano debe saber que -con su adhesión a Cristo- ha llegado a ser “descendencia de Abraham” (Ga 3,29) y que ha sido injertado en el olivo bueno (cf. Rm 11, 17-24), es decir, insertado en el pueblo de Israel, para ser “partícipe de la raíz y de la savia del olivo” (Rm 11, 17). Si posee esta fuerte convicción, ya no podrá aceptar que los hebreos como tales sean despreciados o, peor aún, maltratados.
Al decir esto, no ignoro que el Nuevo Testamento conserva vestigios de manifiestas tensiones que existieron entre comunidades cristianas primitivas y algunos grupos de hebreos no cristianos. San Pablo mismo atestigua, en sus cartas, que en su calidad de hebreo no cristiano había perseguido encarnizadamente a la Iglesia de Dios (cf Ga 1, 13; 1Co 15, 9; Flp 3,6). Estos dolorosos recuerdos han de superarse en la caridad, según el precepto de Jesús. La labor exegética debe preocuparse por avanzar siempre en esta dirección y contribuir de esta manera a disminuir las tensiones y a disipar los malentendidos.
Precisamente a la luz de todo lo dicho, la labor que habéis emprendido es de enorme importancia y merece llevarse adelante con atención y entrega. Si bien entraña ciertamente aspectos difíciles y puntos delicados, es labor muy prometedora, rica de grandes esperanzas. Hago votos para que sea muy fecunda para la gloria del Señor. Con este deseo, os aseguro un recuerdo constante en la oración y os imparto de corazón a todos una especial bendición
DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
Febrero 1996
La Declaración Nostra Aetate es el documento más breve del Concilio Vaticano II. Sin embargo, a nadie puede escapar su importancia y su novedad, porque ha señalado el camino de la relación entre los cristianos y los seguidores de otras religiones bajo la norma de la recíproca estima, del diálogo y de la colaboración en beneficio del auténtico bien del hombre.
La historia, por desgracia, ha conocido páginas oscuras de hostilidad en nombre de las convicciones religiosas. La Declaración recuerda que Dios es el fundamento sólido de la fraternidad humana: “Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen (...), y tienen también el mismo fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos” (n. 1).
Ciertamente esta afirmación no debe conducir al relativismo en la concepción de la verdad. La Iglesia, por tanto, no incumple su deber de anunciar con energía siempre nueva que solamente Cristo, Hijo de Dios encarnado, es el “camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6), y solamente en El los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa (n.3).
Pero esto no debe conducir a minimizar el valor de los elementos positivos presentes en muchas religiones. La misma Declaración Conciliar señala de forma particular las riquezas espirituales del Hinduismo, del Budismo, del Islamismo y de las religiones tradicionales: “la Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchas cosas de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”. (n.2)
La Declaración reserva una atención especial a los hermanos judíos, con los cuales el cristianismo tiene una relación particularmente íntima. La fe cristiana, en efecto, tiene sus comienzos en la experiencia religiosa del pueblo judío, del que procede Cristo según la carne. Compartiendo con los judíos la parte de la Escritura que aparece bajo el nombre de Antiguo Testamento, la Iglesia continúa viviendo de aquel mismo patrimonio de verdad, releyéndolo a la luz de Cristo. La inauguración de los tiempos nuevos, por El cumplida con la nueva y eterna Alianza, no destruye la antigua raíz, sino que la abre a una fecundidad universal. En consideración a lo dicho, no puede dejar de despertar intenso dolor el recuerdo de las tensiones que tantas veces han caracterizado las relaciones entre cristianos y judíos. Por ello, hagamos nuestra, también hoy, la voz del Concilio que lamentó con firmeza “los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos” (n.4).
Que María, modelo del espíritu religioso, impulse a los creyentes de todas las religiones a vivir en escucha de Dios, en la fidelidad a las exigencias de la verdad percibida. Que su intercesión ayude a la Iglesia a unir la coherencia al testimoniar la verdad con la capacidad de dialogar con todos. Que aprendan los hombres de todas las creencias a conocerse, a estimarse, a colaborar, para construir juntos, según el designio de Dios, la paz y la fraternidad universal
DISCURSO DE JUAN PABLO II al
PRIMER EMBAJADOR DE ISRAEL ANTE LA SANTA SEDE
Vaticano, 29 de septiembre 1994
Señor Embajador:
1. Con viva satisfacción acojo a su excelencia para la presentación de las cartas que lo acreditan como primer embajador extraordinario y plenipotenciario del Estado de Israel ante la Santa Sede. Todos reconocerán la importancia de esta ceremonia porque de este modo las relaciones diplomáticas establecidas recientemente se hacen efectivas con la presencia de un jefe de misión del rango más elevado, en aplicación del Acuerdo Fundamental firmado el 30 de diciembre de 1993 en Jerusalén.
Me agrada recordar hoy que en el pasado ya tuve la oportunidad de recibir aquí a muchas altas personalidades del Estado de Israel, así como mis predecesores lo habían hecho antes. Teniendo en cuenta los puntos de vista diferentes sobre ciertos temas, esos contactos han permitido encaminarse hacia el diálogo orgánico que ha sido confiado, hace ya más de dos años, a la Comisión bilateral permanente de trabajo. Quiero expresar mi gratitud a los miembros de dicha Comisión. Ambas partes se han dedicado con competencia a intercambios profundos de puntos de vista, que han llevado a la firma del Acuerdo Fundamental, abriendo una era nueva en nuestras relaciones.
2. Señor embajador, le agradezco las palabras que acaba de pronunciar y que me han conmovido mucho. Como usted subrayaba, es verdad que las relaciones diplomáticas no constituyen un fin en sí mismas, sino que representan un punto de partida para una colaboración específica, teniendo en cuenta la naturaleza propia de la Santa Sede y del Estado de Israel. El estudio de diversas cuestiones bilaterales prosigue, como lo dispuso el Acuerdo del 30 de diciembre del año pasado, instituyendo dos subcomisiones que deben permitir avanzar juntos por el camino de una colaboración fundada en bases sólidas.
Además la colaboración no concierne sólo a la Santa Sede y al Estado de Israel, sino que implica igualmente una relación de confianza entre las autoridades israelíes y las diferentes instituciones de la Iglesia católica presentes en el suelo de Tierra Santa.
3. Usted ha dicho que, más allá de las negociaciones bilaterales, la Santa Sede y el Estado de Israel -cada uno según sus competencias y los medios de acción que le son propios- tienen que promover los principios esenciales que evoca su Acuerdo Fundamental. Ante todo, se comprometen a respetar el derecho a la libertad de religión y de conciencia, condición indispensable para el respeto de la dignidad de todo ser humano. Colaboran para oponerse a toda forma de intolerancia, cualquiera que sea el modo en que se manifieste. De manera muy especial, rechazan con atención todo antisemitismo, sabiendo que se han debido constatar también recientemente manifestaciones deplorables del mismo.
4. En muchos lugares del mundo violentos conflictos siguen desgarrando, desgraciadamente, a numerosos pueblos. La Santa Sede, teniendo en cuenta su misión específica, no escatima esfuerzos para que se superen las oposiciones o los resentimientos, con frecuencia de origen lejano, a fin de abrir los caminos de paz. Sin la paz, el desarrollo integral del hombre se ve entorpecido, la supervivencia de grupos enteros comprometida, y la cultura e incluso la identidad de más de una nación, amenazada de desaparición.
Así pues, se ha de alentar el proceso de paz en Oriente Medio, por el que la Santa Sede formulaba votos desde hacía tiempo. El camino que hay que recorrer sigue siendo largo y arduo, pero ya no parece una utopía afirmar que puede reinar la confianza mutua entre los pueblos de Oriente Medio. Al comprobar con satisfacción lo que los responsables de Israel y de toda esa región han hecho, invoco sobre ellos la ayuda del Omnipotente, para que les sea dado proseguir sus esfuerzos con la audacia de la paz.
5. Señor embajador, usted ha recordado también el deseo de que las instituciones culturales de su Estado intensifiquen su colaboración con las instituciones culturales de la Iglesia católica. Acojo con tanto más agrado ese propósito cuanto que los intercambios universitarios ya emprendidos en diversas circunstancias me parecen muy de desear. Esto es verdad, en general, pues la vida intelectual se beneficia naturalmente de ellos. Y es muy oportuno en la medida en que tenemos en común una parte importante de nuestras raíces culturales, comenzando por los escritos de la Biblia, el Libro de los Libros y fuente siempre viva. Entre judíos y miembros de la Iglesia, la concepción del hombre, de su vocación espiritual y de su moralidad recibe de los Libros Santos una iluminación singular. Puede resultar útil para unos y otros poner en común su saber, a fin de profundizar la comprensión de las Escrituras y conocer mejor las civilizaciones y el cuadro histórico en el que se han desarrollado a lo largo de tantos siglos, sobre todo mediante la arqueología, la filología y el estudio de las tradiciones religiosas doctrinales y espirituales.
6. El carácter peculiar de las relaciones entre el Estado de Israel y la Santa Sede resulta muy evidente gracias al carácter único de esa Tierra a la que dirigen su mirada la mayoría de los creyentes, judíos, cristianos y musulmanes de todo el mundo. La revelación del Dios único a los hombres ha hecho que esa Tierra sea santa; lleva para siempre su sello, y no deja de ser un lugar de inspiración para los que pueden ir allí en peregrinación. De manera muy especial, los creyentes de las grandes religiones monoteístas se dirigen hacia la Ciudad Santa de Jerusalén, que, según sabemos, sigue siendo aún hoy teatro de divisiones y conflictos, pero que es un “patrimonio espiritual para todos los que creen en Dios” (cf. carta apostólica Redemptionis anno, sobre la Ciudad Santa de Jerusalén, 20 de abril de 1984: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de mayo de 1984, p. 17) y, como significa su admirable nombre, un lugar de encuentro y un símbolo de paz. Además es de desear que el carácter único y sagrado de esa Ciudad Santa sea objeto de garantías internacionales, que aseguren también su acceso a todos los creyentes. Como tuvo la oportunidad de escribir, “pienso en el día en que los judíos, cristianos y musulmanes puedan intercambiarse en Jerusalén el saludo de paz” (ib.).
7. Señor embajador, usted mismo ha insistido en el significado histórico de esta ceremonia, más allá de las convenciones diplomáticas habituales. En efecto, se abre una época nueva en las relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel, para un diálogo continuo y una colaboración activa en los campos que acabo de mencionar. Todo esto va a contribuir a intensificar el diálogo entre la Iglesia Católica y el pueblo judío de Israel y del mundo entero. La comprensión mutua ya ha registrado un progreso importante, sobre todo gracias al impulso del Concilio Vaticano II (declaración Nostra Aetate). Deseo que prosigan y se profundicen esos intercambios judío-cristianos, y que permitan a unos y a otros servir mejor a las grandes causas de la humanidad.
8. Usted, excelencia, se ha hecho portavoz de los sentimientos del presidente del Estado de Israel y del Gobierno del país, así como de sus anhelos, en una circunstancia muy importante por su significado. Le ruego que transmita a las altas autoridades del Estado de Israel mi gratitud por su mensaje y mis deseos sinceros para la realización de sus tareas al servicio de la concordia y de la paz, que sus compatriotas tanto anhelan.
Excelencia, formulo también votos calurosos por el feliz desempeño de su misión y de su estancia en la ciudad de Roma. Puede estar seguro de que mis colaboradores lo acogerán siempre gustosos y le brindarán la ayuda que necesite.
Bendiciendo al Altísimo, que ha permitido este encuentro histórico, le pido que conceda a Vd., así como a sus seres queridos y a todos su compatriotas, la abundancia de sus dones.
DISCURSO DE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS ALEMANES
Diciembre 1992
Defender a los judíos: Deseo exhortaros a comprometeros de modo particular en la protección de nuestros hermanos judíos. La violación de sinagogas y los ataques contra los monumentos conmemorativos que, vista su historia dolorosa, son de gran importancia para los judíos, no pueden tolerarse de ningún modo.
Los padres del Concilio Vaticano II eran conscientes de la particular relación que debe existir entre cristianos y judíos, cuando afirmaron en la Declaración sobre las Relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas: “Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este sagrado concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue, sobre todo, por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno” (Nostra Aetate, 4). Debéis, por tanto esforzaros para lograr que vuestros compatriotas judíos no se desalienten, sino que permanezcan en vuestra patria, que es también su patria, y sigan participando de su vida religiosa, cultural y científica.
ENCUENTRO DEL PAPA CON EL CONSEJO BRITÁNICO
PARA LOS CRISTIANOS Y LOS JUDÍOS
Vaticano, 16 de noviembre 1990
Me complace dar la bienvenida al Vaticano a los miembros del Consejo Británico para los Cristianos y los Judíos; os recibo con una palabra llena de gozo, que encierra un significado profundo: ¡Shalom!.
La paz es, por encima de todo un don de Dios, la plenitud de la redención para la humanidad y para toda la creación. Esta paz, que hoy está seriamente amenazada, es al mismo tiempo algo que forma parte de la naturaleza racional y moral del hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios. En el orden humano, la paz exige e implica justicia y misericordia, y culmina en el amor a Dios y al prójimo, que representa la culminación de la enseñanza de la Ley y de los Profetas.
Jesús mismo afirma sobre esto: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). ¡El patrimonio espiritual que comparten los cristianos y el pueblo judío es realmente grande! (cf. Nostra Aetate nº 4). Por esta razón, durante el periodo que siguió al Concilio Vaticano II, la cooperación entre los cristianos y los judíos se hizo cada vez más intensa, y me siento muy satisfecho de que estos importantes contactos sigan adelante, como por ejemplo el reciente encuentro que tuvo lugar en Praga.
Durante el decimotercer encuentro del Comité Coordinador Internacional Católico-Judío se abordaron los temas del antisemitismo y de la Shoah, al tiempo que la cuestión más vasta de los derechos humanos. Se reconoció justamente que el antisemitismo y todas las formas de racismo son un “pecado contra Dios y la humanidad” y que como tales se deben rechazar y condenar... Aliento de todo corazón al Consejo Británico para los Cristianos y los Judíos a proseguir activamente la intensificación del diálogo amistoso, la comprensión fraterna y el intercambio de los valores espirituales...
Con vosotros y con todos los herederos de la fe de Abraham... elevo la oración del salmista: “Pedid la paz para Jerusalem”...
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